¡Cómo está el fútbol base! En muchos casos ya ni siquiera se le llama fútbol de formación. Y es que hace tiempo que dejó de ser eso. Ya no se tiene en cuenta su verdadero objetivo: formar personas y jugadores. Parte de la culpa reside en los padres, incapaces de diferenciar el fútbol de competición, ese que ven por la televisión ondeando la bufanda de su equipo y donde priman los resultados (importa el qué, no el cómo), de los partidos de categorías de formación en que los valores de este deporte deberían estar por encima de todo, donde el fútbol es un juego. Muchos pretenden que sus hijos jueguen como sus ídolos y el equipo compita como el campeón de la Champions. Pero, ¿acaso le pedimos a niños de primaria que resuelvan problemas matemáticos como un ingeniero de la NASA? Entonces, ¿por qué no respetamos las etapas de aprendizaje en el fútbol?
Otro rol importante lo desempeñan los directivos de los clubes que tratan la “cantera” como una forma de financiar los gastos que genera el primer equipo. Existe esa falsa idea de que el dinero empleado en estas categorías es dinero gastado, en vez de una inversión. Y no solo se escatima en gastos, sino también en tiempo ya que, como mucho, cada equipo dispone de 3 o 4 horas a la semana para entrenarse. Esto también conlleva que muchos padres inscriban a sus hijos en varios equipos simultáneamente, uno de fútbol y otro de fútbol sala, creando otro problema para el jugador ya que tendrá tres entrenadores que seguramente expliquen ideas opuestas: el entrenador de fútbol, el de fútbol sala y los padres.
No hay que restar importancia a esta última modalidad de entrenador porque su presencia no es fácil de obviar. Sobre todo para el hijo. Durante el partido, se le escucha gritar en cada acción, intentando teledirigir a su hijo para que haga exactamente lo que le dijo en el coche de camino al campo. A los cinco minutos se empezará a poner nervioso si el equipo aún no ha despejado el balón y se dedican a intentar asociarse entre ellos. Cuando finalmente despejan, se escucha el aplauso unánime de los padres. “¡Ahora, a correr!” Me da mucha pena que los padres no sean capaces de valorar si su hijo (y el equipo) hizo un buen partido o no por otro criterio distinto de los goles; que no sean capaces de apreciar un buen pase, un buen control, un buen desmarque o una buena toma de decisión.
El último factor influyente son los entrenadores que anteponen su ego, exigiendo resultados de los que poder hacer gala después. Importa el número de goles, victorias, trofeos… sin saber que lo que realmente cuenta es el número de jugadores que formas. Y cómo los formas. Como persona primero, como jugador después. No es de extrañar encontrarse con jugadores que solo piensan en su propio bien, queriendo ser el que meta todos los goles, al que aplaudan, dejando de lado el sentido de equipo. También aparecen jugadores (y personas) inseguras, educadas en la crítica continua y sin capacidad de ser autónomos, de poder tomar decisiones por sí mismos sin miedo al fracaso sabiendo que éste tan solo es otra forma de seguir aprendiendo.
La creatividad, el mayor acto de expresión de inteligencia, brilla por su ausencia ya que desde pequeños los movimientos del jugador fueron teledirigidos y cualquier intento de hacer algo diferente fue acompañado de un grito. Además, los entrenadores/educadores que de verdad desempeñan bien su función son a menudo caricaturizados, tratados de espantapájaros por no dirigir a los jugadores a gritos desde la banda durante un partido, justo en el momento en el que menos pueden (y menos deben) influir sobre las decisiones del jugador. Y es que la propia palabra lo dice: donde debe intervenir el entrenador es en los entrenamientos. Tras mi experiencia como jugador y ahora como formador, siempre me ha sorprendido que llegado el fin de semana, cuando te reencuentras con familiares y amigos con los que no tienes contacto durante la semana, la pregunta es siempre la misma: “¿Qué tal el fútbol? ¿Ganásteis? ¿Metiste algún gol?” No entiendo por qué nunca se le pregunta al jugador qué tal lo pasa en los entrenamientos, si está progresando, si se lleva bien con el resto de sus compañeros, si le divierte el juego… Pero bueno, si lo que quieren es saber qué tal está el fútbol; mal, muy mal. Como juego, por lo menos. Como negocio, seguramente mejor que nunca.
Adrián Docampo.